Me miro al espejo, y tengo tanto para decirme; pero el tiempo es sabio, y cada respuesta llega a su tiempo. Se que hay que tener paciencia. Vale el intento. Aseguro haberlo visto antes, las enseñanzas siempre llegan, aparecen en el momento correcto. No tengo miedo. No hay nada que perder, y mucho por ganar. Conozco a la perfecciona la forma en la que se me acelera el corazón, y se me enciende la piel. Calma me digo. Nada es tan terrible como me lo imagino. A veces, la mente tiene una extraña forma de magnificar los cambios, y agravar los riesgos.
Respiro el presente.
Camino con pasos seguros. No existe eso de protegerse contra viento y marea. Es imposible vivir, sin que cada tanto, algo me rasguñe el corazón. Es parte del juego o no? Lo acepto, lo abrazo. Lo transformo en cuento, en risa. Miro a mi alrededor. El amor me rodea. Esta en cada plaza, en cada esquina, en cada sonrisa.
Mi familia no me va a soltar la mano. Puedo confianza en su abrazos, escucharlos. Tal vez, son viejos en edad, pero sus almas tienen siglos. Su sabiduría es infinita.
Me acuerdo de todo lo que me gusta, de todo lo que disfruto. Sentarme en una plaza, leer un libro, abrazar a quienes me rodean y mirar el tiempo pasar. Me encuentro en esos lugares. No me alejo. No me separo de mi.
Nada me desvía, perderme no existe. Las pausas, son temporales para sanar. Las caídas, memorias para contemplar. Estoy donde tengo que estar.
En perspectiva, todo cobra sentido.